Espejito, espejito…

Hay piropos muy desagradables y otros que merecen un Nobel.

Mira.

Ayer estaba de excursión con dos amigas.

Hacía un sol espléndido y nos fuimos en coche a visitar algunos pueblos cerca de Palermo.

Caminábamos junto al mar en Aspra.

Sentía los labios resecos, saqué un espejo dorado que siempre llevo en el bolso y me pinté los labios.

Mientras guardaba el espejo y el pintalabios me crucé con un señor mayor.

Iba elegante con su abrigo de cuadros y una boina.

Se paró, me miró y me dijo:

—Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino? 

Lo dijo en italiano, claro.

Y yo respondí:

—Blancanieves

Y el señor me dijo:

—Sí, y a usted le faltan los 7 enanitos.

A ver.

Que sé que algún gracioso ya está pensando en la clásica broma.

Pero nada que ver.

Oye, qué forma más elegante de alegrarle el día a una señora como yo.

A mí este señor no se me olvida.

Se entiende, ¿no?

Cuando dices las cosas como todos los demás, eres del montón.

Menos ventas.

Pero con un poco de esfuerzo, si consigues decir lo mismo de una forma única, te quedas con el personal.

Y vendes más.

Suscríbete a mi newsletter y descarga GRATIS un documento con:

3 estrategias sencillas para aumentar la facturación de tu web en pocos días (y un truco persuasivo que aprendí robando gnomos de jardín)

Anterior
Anterior

¿Listo para ganar?

Siguiente
Siguiente

El secreto para volverlos locos