Ver las carabelas (o la rentabilidad del email diario)

Ver para creer.

Mira.

Hay un fenómeno que yo no consigo comprender.

Una vez leí que cuando las carabelas de Colón llegaron al otro lado del mundo, los nativos americanos no eran capaces de verlas porque nunca antes habían visto nada igual.

Porque eran algo para lo que ellos no tenían una imagen previa mental, no tenían un nombre para eso que estaba llegando... 

Entonces, no lo veían.

Sinceramente, es difícil de entender, pero por lo visto fue así.

Pero mira.

Cuando yo estudiaba copywriting me hablaron de este tipo de emails.

De gente que escribía emails todos los días sin fotos, ni colores, ni logos, ni botones, ni rollos.

Que eran como los emails que mandas a un amigo, que contaban historias y vendían.

Y yo, como lo único que conocía eran las newsletters esas que parecen un vendedor de enciclopedias llamando a tu puerta, pues cuando me hablaban de esos emails diarios en los que hasta se decían tacos, ponía cara de póker.

Vamos, que yo las carabelas tampoco las veía.

Incluso me suscribí a las primeras newsletters de ese tipo y me parecían todos unos bordes.

Me duró tres días eso.

Al cuarto vi las carabelas y me dije:

Espera, Ana, espera, que esto te interesa...

Que me imagino que tú las carabelas ya las has visto, porque si no, no tiene mucho sentido que estés aquí leyéndome.

Pero yo qué sé, nunca se sabe lo que puede pasar por tu cabeza.

A lo mejor te dices a ti mismo:

Sí, los emails de Ana son la pera, pero eso en mi sector no funciona...

JAJAJAJA

Ay, perdona, que me da la risa.

Bueno.

Una de mis clientas me leía, pero seguía mandando ese tipo de newsletters noventeras de uvas a ramos.

Vio las carabelas y me contrató.

Hicimos un autoresponder y con el primer email lo flipó.

Vamos, que me dijo que ya lo vendía todo con ese primer email y que igual el resto le sobraban.

O sea que las carabelas las vio todavía más nítidas.

Bien.

El testimonio de esa clienta lo puedes ver con nombre y apellidos en una de mis páginas de venta.

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