Las varas de mi abuelo y lo que hace felices a tus clientes
Cuando tenía unos diez años me gustaba pasar las Navidades con mis abuelos en Córdoba.
Era una forma de cambiar de aires, sentirme más libre y, también, más mimada.
Adoraba a mi abuelo y mi abuelo me adoraba
Ellos vivían en una de las entradas de la ciudad.
Detrás de su bloque, la nada.
La periferia salvaje. Un campo extraño.
Un mundo por descubrir.
Todas las tardes salíamos a dar un paseo por ese campo. Teníamos un ritual.
Siempre buscábamos dos varas largas de madera, ramas finas de árbol, y las escondíamos entre los arbustos de los jardines de su piso.
Las varas eran nuestro amuleto.
Nuestro secreto.
Antes del paseo las sacábamos del escondite y nos lanzábamos a la aventura.
Mientras caminábamos, mi abuelo me contaba sus historias de abuelo, que me fascinaban. Hacía muchas bromas, me hacía reír.
Levantábamos piedras con las varas, para ver los bichos que salían. Caminábamos por una acequia. Y siempre llegábamos a una depuradora de agua donde había gentío. Pasaban cosas.
Y así todos los días.
El escondite. Las varas. Los bichos. La acequia. El gentío.
Las historias del abuelo. Las risas.
Y con tan poco, yo era extraordinariamente feliz
Así que, ese es el secreto de la vida.
Las personas tenemos algunos sueños más ambiciosos, pero en general, en el día a día, lo que nos hace feliz son las pequeñas cosas.
Estar con los nuestros, que nos hagan reír, descubrir cosas nuevas y aprender.
Y eso es lo que tienes que descubrir. Las pequeñas cosas que tú puedes hacer por tus clientes y que les harán más felices.
Si las encuentras y se las cuentas, ganas.
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