La rara era yo

El domingo acabé en una barbacoa a las afueras de Palermo.

A mí me dijeron: «Ana, ¿te vienes el domingo a una barbacoa en el campo? Seremos 30 personas, habrá música...».

Yo me imaginaba el jardín del Edén y violines sonando de fondo.

A ver, no, sé lo que es una barbacoa aquí y en el parque de Las Bolitas de Valdemoro.

Pero verás...

Según llegué alguien cogió un trozo de queso con las manos y prácticamente me lo lanzó a la cara.

Yo, sin hambre, le quité la corteza y me lo comí.

Busqué un cubo de basura donde tirar la corteza pero no lo veía.

Fui a la propietaria de la casa y le pregunté que dónde podía tirar la corteza del queso.

Ella miró alrededor, dijo que no le había dado tiempo a poner la bolsa de la basura, se giró y lanzó la corteza por encima del muro de su casa como la novia que lanza el ramo en su boda.

Ehhhh...

Ahí entendí que estaba en el sitio equivocado.

Bueno.

En realidad, lo había entendido antes.

Cuando entré por la puerta y me miraron todos como a un animalillo exótico. 

Yo pensé: «son raros».

Pero la única rara era yo, ellos se entendían perfectamente. 

En fin.

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