La estatua engullida III

Y dale con el rollo de la estatua engullida.

Pues sí.

En el correo de ayer te contaba que pensaba haber resuelto el misterio.

Pues no.

Estaba equivocada.

Mira.

Resulta que está estos días aquí mi amiga Sara, que ahora vive en Roma.

Le estaba contando la búsqueda de la estatua y que si no la encontraba, y que si no era una estatua, que si al final parecía que era una fuente que se había tragado un árbol...

Y bla bla car.

Y me dice...

(Un inciso: si no sabes de que hablo, lee el post anterior).

Bueno, que me dice Sara:

«¡Ah, sí! Como aquella maceta que vimos en el Botánico. Esa que parecía abrazada por las raíces de un árbol monstruoso».

Ostrás.

¡Claro!

Esa era la estatua engullida.

Es un pedestal que sostiene una maceta.

No solo la había visto con mis propios ojos.

Es que hice una foto, es que le dediqué un post en Instagram.

¿Te das cuenta de la gravedad del asunto?

En fin.

Que muchas veces tenemos la solución delante y no la vemos. Que viene el lobo...

O la hemos olvidado.

Si yo pasase todos los días por delante de esa maceta engullida, lo habría relacionado al instante.

Es lo mismo que lo de estar en la cabeza de tus clientes.

Puedes aparecer una vez y luego te olvidarán.

O puedes estar todos los días y todos los días ser su posible solución.

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