Una vez que se empieza mejor no parar

Algunas cosas que se repiten, que nos gustan, se convierten en familiares, nos anuncian cosas placenteras...

Te hablo de los vencejos.

No sé si a ti te pasa.

A mí, cuando empiezan a escucharse los vencejos por la mañana temprano, me inunda una ola de placer.

Los vencejos son el verano que llega.

Esos pájaros, en mi infancia, olían a piscina.

Sabían a aventura.

A vestidos de flores, a tardes infinitas, a amores por venir.

Anunciaban alegría, anunciaban que llegaba mi cumpleaños, que se acababa el cole, que había que comprar el libro de Vacaciones Santillana.

Los vencejos daban el toque de salida para preparar el remolque del camping que nos llevaba de pequeñas a mundos salvajes.

Obviamente, mis veranos han cambiado, pero ese canto sigue provocándome la misma emoción.

Y aquí, en Palermo, también vienen a darme la buena noticia.

Que por cierto, aquí los llaman rondini. Da igual si son vencejos o golondrinas, para ellos es lo mismo.

Y otra curiosidad...

¿Sabías que al mes de nacer, los vencejos echan a volar y no dejan de hacerlo durante dos o tres años?

Qué constancia.

Qué atrevimiento.

Bien.

Parece que la cosa va de algo que se repite.

Que gusta.

Que provoca emociones.

Que una vez que se empieza es mejor no parar.

Si lo trasladamos a tu negocio,

podríamos estar hablando de mandar emails.

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